L@s niñ@s son los amos de Internet

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Es su medio, su mundo, su entorno natural. Para ellos una dirección postal o un teléfono fijo no significan demasiado, un número de teléfono móvil resulta algo más util por la sencilla razón de que pueden enviar y recibir mensajes, pero cuando quieren estar en contacto, cuando conocen a otros niños y hacen nuevos amigos, no le piden ninguno de esos datos, le dicen: dame tu messenger. No le preguntan si tienen ordenador, si están conectados a Internet o si tienen una cuenta de hotmail, dan por supuesto que todos esos requisitos se cumplen y que, además, la conexión es ADSL. Los niños son seres de banda ancha.

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Así que, no se engañen, Internet no es nuestro. Nosotros tan solo lo estamos preparando para que ellos hagan de Internet lo que nosotros a duras penas podemos imaginar. Podemos hablar de innovación tecnológica, de desarrollo de negocio, de comunicación e interacción, de redes sociales y de la Web 2.0, de la Web 3.0 y de cualquier neologismo que se nos vaya ocurriendo. Prehistoria. El Internet maravillosamente moderno que le permite hacer tantas cosas y a través de cuyas autopistas repletas de bytes ha llegado a este blog es poco más que una Beta llevada a cabo con mucho trabajo y las mejores intenciones.

Ser niño ya no es lo que era. Ser niño es lo más parecido a ser piloto de Fórmula 1, porque la infancia es una época que corre a velocidad de vértigo. Por eso son los niños los mejor preparados para asumir, entender, desarollar y mejorar todo aquello que encuentran a su alrededor.

Las estdaísticas dicen (y son estadísiticas del 2007 de EE.UU., con lo cual las cifras deberían ser revisadas al alza) que los jóvenes que ahora tienen menos de 22 años han pasado:

– más de 20.000 horas frente al televisor

– más de 5.000 horas jugando con videoconsolas

– más de 5.000 horas hablando por teléfono

– han enviado y recibido más de 250.000 mensajes SMS y correos electrónicos

– y más de la mitad han creado algún contenido para Internet

También dicen los datos de diversas fuentes y estudios que un niño o niña de 13 a 15 años tiene, de media, más de 350 contactos agregados en su messenger, que en una sesión tiene abiertas de 5 a 15 conversaciones simultáneas y que le resulta más ergonómico un mando tipo PlayStation que un volante para «conducir» un coche en sus videojuegos. Realmente los seres de banda ancha están dibujando un futuro que se adelanta al nuestro.

La clave para entender cuál es el rol y la importancia de los niños en el desarrollo de la tecnología es asumir que, pobablemente por primera vez en la historia, los niños aventajan a sus padres en el acceso y el uso de las tecnologías. La informática se ha abaratado lo suficiente como para que un ordenador no sea un objeto caro que hay que mantener apartado del alcance de los menores. Por otro lado, las aplicaciones, contenidos y utilidades pensadas para los niños, o que los niños pueden utilizar «a su medida» son muy numerosas y fácilmente accesibles a través de la Red. Se acabó la tecnología y los dispositivos «reservados a los mayores». Los móviles, las PDAs, los ordenadores, las videoconsolas, los MP3 y MP4 forman parte del entorno natural de la mayoría de nuestros hijos y por ese motivo son ellos, en muchos casos, los early adopters, los dinamizadores e introductores de la tecnología en los hogares, las familias y las escuelas. No podemos ignorar eso.

Les mueve la curiosidad y la ilusión.

Dos poderosos motores a los que hay que sumar la ausencia del «pánico tecnológico» tan típico de nuestra generación (los que estamos entre los treinta y tantos y los cuarenta y tantos…), que nos ha hecho ver la tecnología muchas veces como una amenaza más que como una aliada.

Ahora bien, cuando hablamos de niños y de Internet, surge de inmediato la gran preocupación: la seguridad. Cualquier búsqueda en Google sobre Internet e infancia nos dará como resultado miles de página donde la pornografía, el acoso, el cyberbullying y los contenidos peligrosos son el gran tema de debate. Es cierto, Internet está lleno de contenidos que son peligrosos o, como mínimo, desaconsejables para los menores. Exactamente lo mismo que sucede en el mundo real.

Padres, educadores, autoridades y asociaciones se preocupan y proponen medidas, filtros, protocolos de seguridad para salvaguardar a las niñas y niños de aquello que puede perjudicarles. Es una preocupación justificada y, ciertamente, un problema grave. Pero, no perdamos de vista algo esencial…

El problema de los niños en Internet no es la seguridad, es la Responsabilidad. Y la responsabilidad es nuestra, siempre. La mejor medida preventida y el mejor filtro de seguridad para proteger a los niños del «peligro de Internet» son unos padres a su lado.

Tenemos que aprender también nosotros, de manera activa, como compartir con nuestros hijos la vida digital. Debemos velar por ellos, pero, sobre todo, debemos navegar con ellos. Prohibir es la peor de las alternativas, aunque tiene el perverso atractivo de que es la más sencilla. No lo olvide.

Y desde aquí, planteamos el reto de incorporar a los niños, a los jóvenes, a los adolescentes al desarrollo de Internet. No solamente como observadores o como usuarios de las herramientas y los contenidos. Son esenciales en los diseños, en los desarrollos, en los test y en la innovación. Cualquier proyecto con vocación de perdurar y aportar valor debería tener en su núcleo de desarrollo la ilusión, la creatividad, la capacidad y las espectativas de los más pequeños ¿Cómo hacerlo? No mirando a los niños solamente como un atractivo segmento del mercado, sino como un imprescindible colaborador. El sistema educativo, el sistema económico, el entorno tecnológico… tienen en los más jóvenes el punto de intersección clave.

Seamos creativos, pensemos en nuevas fórmulas de aprovechar el talento infantil porque su valor es incalculable. De esta manera, su Internet será también el nuestro y la brecha tecnológica que se abre entre generaciones será un puente y no una frontera.

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Por último, es de gran ayuda no olvidar que todos llevamos un niño dentro, o deberíamos, gracias al cual seguimos ayendo sonar el casacabel de Santa Claus… ¿no lo recuerda? En eso caso, quizá debería volver a ver, con sus hijos o sus sobrinos, Polar Express.